“Estoy viendo mi casa que tuve que abandonar cuando comenzó la inundación. Todavía no puedo volver”. Con esas palabras, Valentín Suárez, miembro de la comunidad de Riacho de Oro, describió con tristeza el presente que atraviesa junto a decenas de familias afectadas por el desborde de agua tras las intensas lluvias registradas días atrás en la zona.
En una entrevista con Algo está pasando (94.1), Suárez detalló que el agua alcanzó los 40 centímetros dentro de su vivienda y, aunque comenzó a bajar lentamente, el problema persiste: “El agua no tiene a dónde ir, se estanca porque no hay canales ni corrientes naturales que drenen la zona. El suelo mismo está aflorando agua”.
Actualmente, Suárez se encuentra alojado junto a otras familias en una iglesia evangélica cercana. “Somos unos 40 acá, entre chicos y adultos. Hay otras familias que también tuvieron que abandonar sus casas y se refugian donde pueden. Algunos incluso acampan cerca de sus viviendas porque no quieren alejarse”, contó.
A pesar de que recibieron algunas asistencias alimentarias, el reclamo principal es la desigualdad en la distribución. “A nosotros no nos llegaron jugos, frutas ni frazadas como sí les dieron a otros centros. Siempre pasa lo mismo. Por no tener un nombre o una cara conocida, quedamos relegados. Nos tratan como ciudadanos de segunda”, denunció.
Las pérdidas materiales también fueron significativas. Muchas familias perdieron muebles, colchones, útiles escolares y hasta ropa. “El agua entró en la madrugada, y algunas cosas no se alcanzaron a alzar. A los chicos se les arruinaron las carpetas con todos los trabajos escolares. Algunas piezas son tan precarias que los estantes se caen por la humedad”, lamentó.
El centro de evacuación en el que están alojados no cuenta con una organización formal. “Nadie está a cargo. Yo mismo avisé al pastor para que nos deje quedarnos ahí. Fue todo por necesidad, no por una gestión oficial”, explicó Suárez.
Finalmente, Valentín hizo un llamado urgente a la solidaridad y a las autoridades: “Necesitamos colchones, frazadas, ropa, alimentos no perecederos, lavandina, detergente, agua mineral y sobre todo, carpas o lonas para protegernos si vuelve a llover. Todo lo que llegue será bienvenido, pero tiene que llegar a destino. Muchas veces las donaciones se pierden en el camino”.
“Somos seres humanos, no ciudadanos de tercera”, cerró con firmeza, exigiendo visibilidad y respuestas concretas para una comunidad que, en medio del agua y la desidia, lucha por no ser olvidada.
Este grupo permanece en una iglesia evangélica, mientras que el ministerio de la Comunidad llego el domingo a Riacho de Oro para asistir a otro grupo de personas en el centro comunitario.

“Se recorrió el centro comunitario, que actualmente funciona como un centro de evacuados, donde se brinda alimentación y atención médica, y se entregaron insumos esenciales a familias anegadas”. afirmaron desde Comunidad.