Un año más, recordar a las ocho víctimas del “Holocausto de Villa Jardín”: Ángel Moreno, Víctor Sanabria, Roberto Del Valle, Gustavo Rodríguez, Agustín Rodas, Edgardo Benítez, Walter Aguilar y Luis Dañacón. Menores de entre 12 y 17 años, fallecieron hace 36 años tras un incendio que devastó sus vidas y marcó profundamente la conciencia provincial.
La misa celebrada en la intersección de Huergo y Daugero reunió a familiares y vecinos que, año tras año, se niegan a permitir que el silencio borre lo ocurrido. El cura párroco de la parroquia San Luis Rey, Federico Aquino, presidió el oficio religioso mientras los asistentes renovaban su compromiso con la memoria de aquellos jóvenes cuyas voces fueron acalladas por las llamas hace tres décadas y media.
Una tragedia prevenible
El 16 de octubre de 1989 coincidió con los festejos por el Día de la Madre, pero la celebración quedó opacada por una catástrofe que pudo haber sido evitada. Ocho menores alojados en la comisaría del menor de la capital formoseña denunciaban sistemáticamente malos tratos, golpes y condiciones inhumanas. En protesta, decidieron incendiar los colchones de su celda de apenas 3 por 3 metros, un último llamado de auxilio en busca de que las autoridades los escucharan.
Sin embargo, nadie acudió en su rescate. El motivo que trasciende resulta tan negligente como trágico: un policía no recordaba dónde había dejado las llaves de las celdas. Mientras los menores gritaban pidiendo ayuda, los guardias permanecieron inmóviles. La asfixia y las quemaduras se cobraron ocho vidas. Cuatro de las víctimas eran originarias de Formosa.
La impunidad que persiste
A 36, la impunidad continúa siendo el denominador común. Aunque hubo un jurado de enjuiciamiento que resultó en la destitución del juez de menores Héctor Gallardo, nadie fue responsabilizado penalmente por la muerte de aquellos ocho jóvenes. Los responsables directos de esta tragedia permanecen en la sombra, protegidos por un silencio institucional que, según denuncian los familiares, se renueva año tras año.
Los asistentes a la misa de ayer coincidieron en que “el silencio y la impunidad ganan un año más”. Desde hace 36 años, los familiares de las víctimas del “Holocausto de Villa Jardín” mantienen viva su exigencia de justicia, aunque reconocen que “no existen señales que apunten a que algún día podamos saber quiénes fueron los responsables directos de este holocausto”.
La ceremonia religiosa en la intersección de Huergo y Daugero no es un acto de resignación, sino de resistencia. Cada año, cuando llega el 16 de octubre, se encienden velas por aquellos ocho menores cuyos sueños fueron truncados. Sus nombres se pronuncian en voz alta para que no sean olvidados, para que la sociedad formoseña recuerde que esta tragedia no fue un accidente, sino el resultado de negligencia, abandono y malos tratos sistemáticos.