- Fernando López
Editor Algo está pasando
Han pasado dos décadas desde la última vez que el gildismo logró imponer a sus dos candidatos a diputados nacionales en una misma elección. Fue en 2005 cuando Juan Carlos Díaz Roig y Ana María del Carmen Del Riccio consiguieron las bancas para el oficialismo provincial, marcando el último capítulo de un dominio absoluto que ya no volvería a repetirse.
Desde entonces, la historia electoral formoseña muestra un patrón implacable: el Frente para la Victoria o sus alianzas oficialistas ganan, pero no con la holgura necesaria para quedarse con ambas diputaciones. Para conseguir las dos bancas, el oficialismo necesita duplicar en votos más uno al segundo competidor, una barrera matemática que no logra superar hace 20 años.
En 2009, Juan Carlos Díaz Roig retuvo su banca, pero Ricardo Buryaile se convirtió en diputado por primera vez, representando al campo. La tendencia se repitió en 2013, cuando ambos políticos renovaron sus mandatos.
El patrón se consolidó en 2017, cuando el gildismo colocó al multiuso Ramiro Fernández Patri, asegurando una banca para el oficialismo. Sin embargo, Mario Arce, representante del Frente Amplio Formoseño Cambiemos, se quedó con la segunda diputación.
En 2021, la constante se mantuvo. Fernández Patri fue reelecto para la Cámara Baja. Pero Fernando Carbajal, ex juez federal y candidato del frente Juntos por Formosa Libre, se ubicó en un segundo lugar como un emergente de la pandemia feroz que sufrieron los formoseños.

El fenómeno violeta de 2023
Las elecciones generales de 2023 marcaron un punto de inflexión en la política argentina con la aparición de Javier Milei que se metió en la segunda vuelta presidencial y logro adhesión en lugares de Formosa donde el gildismo se mostraba inexpugnable: los barrios y sectores con mayores indicadores de pobreza.
La verdadera sorpresa fue la irrupción de La Libertad Avanza que llevó al Congreso a Gerardo González, un absoluto desconocido para la política formoseña. La boleta violeta lo impulsó en una elección donde logró desplazar a Juntos por el Cambio al tercer lugar. El fenómeno libertario demostró que existía un voto opositor dispuesto a romper con las estructuras partidarias tradicionales.
Basualdo: el “voto útil” anti-gildista
Para las próximas elecciones, el escenario presenta elementos inéditos que podrían perpetuar la racha de 20 años sin dos diputados del gildismo. El Frente por la Victoria lleva como candidata a Graciela de la Rosa, buscando retener al menos una banca en un contexto político adverso.

Pero la apuesta libertaria está en Atilio Basualdo, ex gildista que ahora encabeza la lista de La Libertad Avanza. Basualdo reúne condiciones únicas para capitalizar el voto contrario al gildismo: conoce desde adentro las estructuras del poder provincial, se muestra como una alternativa anti-kirchnerista en una provincia donde el oficialismo se identifica con ese espacio, y puede convertirse en el “voto útil” para quienes buscan evitar que el gildismo se lleve las dos bancas.
La fragmentación opositora, que en otras circunstancias podría beneficiar al oficialismo, encuentra en Basualdo un candidato con capacidad de tracción. La UCR con Libres del Sur postuló a Enzo Casadei, un factor de sorpresa que podría quitar votos, pero los números de 2023 y la provincial de junio de este año indican que el espacio libertario consolidó un piso electoral que podria beneficiarse con la imagen de Milei.
Milei y su gestión en los últimos meses mezclando cierto desequilibrio económico y corrupción, pueden significar un drenaje que termine decantando parte de los votos de los desencantos con el libertario y contrario a Gildo Insfrán: el factor Casadei se vería favorecido.

Los propios numeros que manejan por la calle Belgrano muestran este escenario: De la Rosa – Basualdo, salvo aquellas consultoras que dan un escenario más cerca de intentar darle una buena mañana a Insfrán que mostrarle la realidad. Una estrategia de muchos de sus funcionarios en los últimos tiempos.
La boleta única: un cambio de paradigma
A este escenario se suma un cambio estructural que podría alterar décadas de lógica electoral: la implementación de la boleta única de papel. El nuevo sistema deja atrás el arcaico método de boletas partidarias que durante años permitió maniobras para alterar resultados, desde el robo selectivo de boletas hasta la distribución desigual en las mesas y el voto cadena, entre otras artimañas.
La boleta única neutraliza las tradicionales estrategias de control territorial del voto que caracterizaron al gildismo. Sin la posibilidad de manipular la disponibilidad de boletas en las mesas, la competencia electoral se vuelve más transparente y equitativa, eliminando ventajas logísticas que históricamente favorecieron al oficialismo provincial con el soporte total del Estado formoseño.

La matemática implacable
Los números son contundentes: para conseguir las dos diputaciones, el Frente por la Victoria necesita duplicar en votos más uno al segundo competidor. Con el 54% obtenido en 2023 y La Libertad Avanza alcanzando casi el 30%, la brecha está lejos de cumplir ese requisito. Incluso si el oficialismo mejorara su performance, la consolidación del voto libertario hace matemáticamente improbable que pueda superar esa barrera.
Para el oficialismo provincial, esta imposibilidad de conseguir las dos bancas durante 20 años representa un desafío simbólico y político. La presencia sistemática de un diputado opositor en el Congreso Nacional limita la narrativa de unanimidad que durante años caracterizó al discurso del poder formoseño y garantiza una voz disidente en el ámbito legislativo federal.
A dos décadas de aquel 2005, el gildismo mantiene su predominio en la provincia, pero ha debido aceptar que el tiempo del control absoluto quedó atrás. Con Atilio Basualdo posicionado como la opción anti-gildista más viable, la boleta única eliminando ventajas históricas y un electorado que demostró estar dispuesto a votar alternativas diferentes, todo indica que la racha de 20 años sin dos diputados oficialistas podría extenderse al menos un turno más.
La pregunta ya no es si el gildismo ganará, sino si podrá romper finalmente la barrera matemática que lo separa del control total de la representación formoseña en la Cámara de Diputados.

